Este texto está tomado del libro de Victor Chamorro, Érase una vez Extremadura...Sanmar Artes Gráficas SL. Madrid 2003,pag 609-611.
"En la década de los sesenta se pasó de una economía autárquica al liberalismo económico, sentándose las bases de un crecimiento español desarmónico y de altísimo coste social para Extremadura. Ella pagará, con el agravamiento de su raquitismo, el desarrollo de otras regiones".(...)
"Si en Extremadura el regadío provocó huidas, el secano estampidas. En la década de los sesenta abandonaron la región casi medio millón de habitantes. El I Plan de Desarrollo, en su hipócrito proyecto de suavizar contrastes de pobreza y riqueza, desertizó provincias enteras y rapiñó materias primas y ahorro de las regiones más desfavorecidas. Fue una emigración sin control ni previsiones, a espasmo, programada desde despachos tecnócratas. Algunos autores la definieron genocidio, por acabar lentamente con un pueblo borrando el sentimiento de pretenecer a una tierra, a un clima, a una historia compartida. La emigración voluntaria se promocionó con promesas de jaujas consumistas pero , sobre todo, no arreglando la escuela que se caía, no construyendo el ambulatorio necesario, no enviando médicos a los pueblos más escondidos, no arreglando carreteras, no concediendo equipamientos mínimos como el agua y la luz. En definitiva, no urbanizando el medio rural. La emigración se fomentó hurtando el derecho a un puesto de trabajo."(...)
" La avanzadilla de emigrantes extremeños arrastró a parientes y amigos. Pueblos, prácticamente enteros , fueron trasplantados a los arrabales de las urbes industriales. A corto plazo, en Extremadura disminuyó el número de parados y se beneficiaron los trabajadores temporeros, pero a medio y largo plazo los efectos de la sangría frueron catastróficos. Porque no se trató de una hemorragia aislada, descongestionante, sino sostenida que anemizó a todo el cuerpo social, postergándoles a niveles de una salud precarísima. Al llevarse la emigración los brazos más fuertes y jóvenes se redujo la tasa de nupcialidad y consecuentemente la de natalidad. Su efecto selectivo produjo una espiral de crecimiento vegetatitvo negativo, un alto nivel de mortalidad y una brusca caída de la tasa de natalidad. Pueblos abocados a desaparecer por no producirse el relevo generacional, sometido al irreversible envejecimiento. La población activa de los núcleos diezmados quedó reducida a personas que entraban en el declive de las facultades físicas imprescindibles para las duras tareas del sector primario. Los campos se fueron abandonando. Matorral y monte bajo inciaron su ciclo invasor. Se erosionaron las casas, cerraron tiendas y comercios y sobrevino la muerte del pueblo. Y los incendios se instalaron en una tierra privada de sus mejores bomberos: las bocas de la cabra y de la vaca."(...)
"En Extremadura el primer éxodo se canalizó hacía los países prósperos de Europa. Campesinos audaces que no se arredaron ante la dificultad del idioma ni ante el sacrifico de trabajar en un sector en el que resultaban superfluos los conocimientos adquiridos en el primario. El emigrante exterior viajó sólo. A los gobiernos europeos no les entusiasmaba la familia emigrante y prefería individuos de paso que no echaran raíces.(...)La falta de capacitación les convirtió en carne de peonaje y de destajo. Aguantar fue la palabra que mantuvo viva una moral de piedra. El plazo mínimo que se impusieron de cinco años, en ocasiones se prorrogó hasta diez. Los que superaron este techo ya no regresaron".
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